Se trata de un videojuego japonés que podía ser comprado en tiendas y aún se puede descargar vía internet. La historia se centra en la vida de un ex convicto, que al salir de la cárcel y ser integrado nuevamente en la sociedad, decide abusar a la chica que lo puso entre rejas, de su madre, y de su hermanita de 12 años. Definitivamente, el sistema penal japonés no funciona efectivamente (al menos en sus videojuegos).
En estos días, el inescrupuloso videojuego ha sido prohibido en Argentina por violar (nunca mejor utilizado el término) el artículo 128 del Código Penal, que en resumidas cuentas impone prisión a quien divulgue cualquier representación de un menor de edad vinculado a un acto sexual. En palabras mayores, Julio Alak, ministro de Justicia de la Nación, comentó que el videojuego es “una clara apología de varios delitos y su venta y distribución están penadas con prisión de 6 meses a 4 años (…) es una clara apología de abuso sexual, violación contra la integridad sexual, torturas, discriminación contra la mujer y pederastia”. Además, agregó que “se están arbitrando todas las acciones para evitar el ingreso al país de ese juego”.
El nefasto game ha tenido repercusiones de todo tipo al rededor del mundo, a tal punto que el director creativo del programa, Nogami Takeshi, ha tenido que declarar al respecto en una carta abierta a la CNN. Cabe destacar que el creador de esta historia fue impulsado por la acusación de una asociación feminista llamada Equality Now, cuyos responsables explicitaron que el juego no tenía lugar en el mercado. El japonés aseguró que el videojuego no puede generar tendencia a la violación en un adulto racional de ninguna manera, y que estos autodenominados ‘expertos’ en la materia, que asocian a los japoneses con este tipo de delitos, no hacen más que ofenderlo como un ciudadano japonés.
Una vez más, estamos insertos en el prejuicio de que jugar influye en nuestras vidas. Aún estamos ante un sistema penal que cree que por bannear un juego se reducirán las violaciones. ¿Ese tipo de pulsiones delictivas son originadas por videojuegos como Rapelay, o por experiencias muchísimo más profundas que tuvieron los delincuentes? Sea cual sea el caso, la ley está para ser respetada, pero no sólo se debe aplicar a un CD con software para adultos.
Aquí les mostramos un video no tan explícito del juego:
Autor: Federico Gracia
Se trata de un videojuego japonés que podía ser comprado en tiendas y aún se puede descargar vía internet. La historia se centra en la vida de un ex convicto, que al salir de la cárcel y ser integrado nuevamente en la sociedad, decide abusar a la chica que lo puso entre rejas, de su madre, y de su hermanita de 12 años. Definitivamente, el sistema penal japonés no funciona efectivamente (al menos en sus videojuegos).
En estos días, el inescrupuloso videojuego ha sido prohibido en Argentina por violar (nunca mejor utilizado el término) el artículo 128 del Código Penal, que en resumidas cuentas impone prisión a quien divulgue cualquier representación de un menor de edad vinculado a un acto sexual. En palabras mayores, Julio Alak, ministro de Justicia de la Nación, comentó que el videojuego es “una clara apología de varios delitos y su venta y distribución están penadas con prisión de 6 meses a 4 años (…) es una clara apología de abuso sexual, violación contra la integridad sexual, torturas, discriminación contra la mujer y pederastia”. Además, agregó que “se están arbitrando todas las acciones para evitar el ingreso al país de ese juego”.
El nefasto game ha tenido repercusiones de todo tipo al rededor del mundo, a tal punto que el director creativo del programa, Nogami Takeshi, ha tenido que declarar al respecto en una carta abierta a la CNN. Cabe destacar que el creador de esta historia fue impulsado por la acusación de una asociación feminista llamada Equality Now, cuyos responsables explicitaron que el juego no tenía lugar en el mercado. El japonés aseguró que el videojuego no puede generar tendencia a la violación en un adulto racional de ninguna manera, y que estos autodenominados ‘expertos’ en la materia, que asocian a los japoneses con este tipo de delitos, no hacen más que ofenderlo como un ciudadano japonés.
Una vez más, estamos insertos en el prejuicio de que jugar influye en nuestras vidas. Aún estamos ante un sistema penal que cree que por bannear un juego se reducirán las violaciones. ¿Ese tipo de pulsiones delictivas son originadas por videojuegos como Rapelay, o por experiencias muchísimo más profundas que tuvieron los delincuentes? Sea cual sea el caso, la ley está para ser respetada, pero no sólo se debe aplicar a un CD con software para adultos.
Aquí les mostramos un video no tan explícito del juego: