De visita por la Argentina, el fundador del laboratorio antiviral ruso aseguró que ni Jackie Chan podrá limpiar la red de malware si no cuenta con el apoyo de los gobiernos y tiró bombas de largo alcance: “Los sistemas operativos son flexibles e inseguros” ¿Dónde iremos a parar frente a tanto caos informático? Una nueva era para la seguridad comienza en los celulares, que pronto serán los únicos dispositivos móviles.
Eugene Kaspersky debe ser uno de los pocos personajes interesantes que todavía quedan en la industria tecnológica. El ruso está dentro de esa prestigiosa lista de personalidades que realmente influyen en las economías globales y en la percepción de los usuarios. Quizás el representante máximo de esta clase de ejecutivo sea el genial Steve Jobs, pero claro, no vamos a compararlos ya que pertenecen a segmento muy distintos y podemos caer en falsas apreciaciones.
Con esta pequeña observación inicial lo que quiero destacar es la fuerza que toman las empresas que llevan detrás suyo una imagen humana con la cual exponerse. Es el caso de Kaspersky, de Apple, de Microsoft, de Facebook y de todas aquellas organizaciones que, por sobre su filosofía de trabajo, ponen una figura de carne y hueso a la cual consultar los problemas, escuchar, sentir y aprender.
Este ruso de unos aproximadamente 50 años lleva casi 25 dentro de la industria y a la hora de hablar de malware, virus o ataques informáticos es uno de los mejor informados y más coherentes. No lo decimos por adulación ni mucho menos. La realidad es que no sólo es dueño de la 4 empresa de antivirus del mundo sino que impulsó ideas que recién están oyendo los gobiernos como la interpol en Internet y lo mejor de todo es que no tiene verguenza en decir lo que realmente piensa.
La cita, como el año pasado, fue en Hotel Four Seasons de la ciudad de Buenos Aires, y tras una breve presentación local -dentro de lo interesante a comentar, Kaspersky nombró al ex Oracle Alejandro de León como territoty manager para el sur de Latam para que trabaje los productos de la marca con los canales de distribución-, Eugene Kaspersky apareció en el hall para marear a las traductoras con su particular verborragia y sus pésimos chistes.
Dentro de lo rescatable de casi una hora y cuarto de discurso, el ruso amigo de Jackie Chan llegó a la conclusión que ya todos sabemos pero que tal vez pocas veces nos ponemos a reflexionar: hoy, todos están conectados, desde los organismos públicos, las empresas, los particulares y las instituciones, toda nuestra vida es online y de eso se aprovechan más que nunca los criminales informáticos.
La ecuación es sencilla: quien quiera cometer ciberdelitos en el mundo moderno está más que invitado a hacerlo. Para Kaspersky, robar digitalmente es más facil que robarle a un ciego y la clave radica en que para cometer crímenes informáticos sólo se necesita una PC y conexión a Internet, aunque ni siquiera haya que pagarla, pues cada vez existen más puntos wifi gratuitos.
Entonces, frente a este panorama en el que el ciberdelincuente tiene libertad de acceder desde cualquier parte hay que sumar la inacción de los gobiernos -o su lento reaccionar-, la cuestión de que los propios usuarios todavía no ven al cibercrimen como un robo en sí -pues, según el ruso, piensan que si no hay contacto físico, si no les manotean la billetera, es distinto, pues no pasan un mal rato (lo que hace a la actividad moralmente menos dañina)-, más los constantes problemas que experimentan los sistemas operativos, que son “flexibles e inseguros” y la no existencia de una policía que persiga a esta clase de criminales con tenacidad, “nunca va a haber una Internet segura”.
¿Cuál es la solución a todo este flagelo? Y acá está la clave. Kaspersky no sale a decir “compren mi antivirus, es la maldita panacea”, no, el tipo es claro y pone sus ojos más allá del negocio (aunque todo sea parte de una estrategia). Según su opinión, la tendencia llevará a que cada vez más usuarios se inclinen a los dispositivos móviles personales como teléfonos celulares o smartphones en detrimento de las notebooks, netbooks o demás dispositivos.
Y cuando esta migración finalmente suceda, el tembleque será mucho más fácil de estabilizar. Las razones de esta conclusión fueron bastante coherentes: cada celular comprado deberá tener un usuario registrado, ya sea una empresa o una persona, todos los productos tendrán un hardware ID, y cada usuario, para realizar operaciones robustas, deberá introducir su PIN o huella digital. Con tantas restricciones, códigos y volteretas no se terminará la actividad delictiva, pero será mucho más fácil combatirla.
¿Cuándo llegará este momento? “Quizás en 5, 10 o 25 años”, dijo Eugene, “pero es el camino correcto para diseñar una convergencia en las redes del futuro”. Claro, luego de esto habló sobre las tecnologías venideras pero lo más interesante había pasado: el malware se afianzó en Latinoamérica -Brasil es el segundo productor mundial en este sentido- y parece que si el usuario no toma las medidas de seguridad adecuadas el mercado negro seguirá abasteciéndose hasta el infinito.
Podemos discutir las ideas de Kaspersky ¿establecer una Interpol en Internet que se dedique a perseguir delincuentes por todo el globo es la solución definitiva? Seguro que no, pero es una buena idea para comenzar a moverse. ¿Están los gobiernos dispuestos a combatir con todas sus fuerzas el cibercrimen? No por ahora, pero ya no pueden mirar para otro lado cuando los hackers limpian cuentas financieras de un lampazo ¿Vamos todos a migrar al teléfono como único dispositivo móvil? Como diría un humorista argentino sobre el rock, ahí ya la veo jodida.
Mientras tanto ¿qué debemos hacer los usuarios con nuestras computadoras? De eso no tenemos dudas, proteger nuestra información es algo que ni siquiera dudamos, pero claro, muy pocos están dispuestos a pagar un precio por un software acorde, y aca otro gran interrogante ¿son mejores los antivirus pagos que los gratuitos? En fin, muchas preguntas para reflexionar que nos deja en la cabeza una vez más el genial Eugene Kaspersky, que aunque ya no tire patadas voladoras con Jackie Chan, todavía sigue siendo un grosso en lo que hace.
Por Leandro Piñeiro