Mucho se habla sobre los constantes desarrollos ligados a la nanotecnología, y de cómo estos avances podrían aplicarse a la vida diaria. Pero en contraparte, poco se habla acerca de cómo podrían “alimentarse” estos recientes desarrollos, por caso, los llamados “nanobots“.
Pues bien, investigadores de las universidades de Harvard e Illinois parecen haber encontrado la respuesta, mediante el desarrollo de una diminuta batería construida mediante una impresora 3D. Obviamente, no se trata de cualquier impresora, sino una especialmente diseñada que cuenta con un inyector de 1mm de ancho, el cual depositó capa tras capa de una pasta de óxido de litio en forma de peine en dos estructuras, las cuales una vez endurecidas conformaron el ánodo y cátodo de la batería.
Al sumergir ambas partes en un pequeño contenedor con un electrolito, el resultado es una pequeña fuente de energía a escala microscópica, tan diminuta como un grano de arena, la cual en términos de carga y descarga y ciclo de vida se compara con cualquier batería de celulares actual.
Las aplicaciones de estas pequeñas fuentes de poder van desde pequeños drones hasta cámaras, implantes humanos o accesorios tecnológicos más discretos.