Escena 1
Estoy en un evento con cientos de personas, quiero contactar a Jorge Rodriguez, Gerente de Marketing de la empresa Picheuta, pero tengo un problema: ¡no lo conozco! Hace unos años, hubiera necesitado a alguien que me lo presente o al menos me lo señale. Ahora solo tengo que sacar mi smartphone, busco en Linkedin a “Jorge Rodriguez, Picheuta”, confirmo sus datos personales, veo su foto y lo busco entre la gente.
Escena 2
Veo en la calle una chica desconocida que me gusta, la apuntaré con la cámara de mi teléfono, luego de unos instantes de búsqueda me aparecerá su perfil de Facebook, Twitter y Linkedin, con nombre, email, fotos y demás. La tecnología necesaria para hacer esto existe hace años, en junio del año pasado Facebook lanzó (en algunos países) la “sugerencia de etiquetado de fotos” donde reconoce las caras. Picasa, el excelente programa organizador de fotos, hace esto muy bien. Google viene negando que agregará reconocimiento de caras a Google Googles, la App que que identifica lo que apuntamos con la cámara del teléfono. Pero si no se anima a lanzarla Google, preocupado por la avalancha de críticas que tendría, la aplicación de face recognition la lanzará alguien más, ¿quien no quisiera tenerla en su smartphone?
Escena 3
Los que manejamos sitios como RedUSERS consultamos a diario las estadísticas de Google Analytics, pero hasta ahora, no podemos contestar preguntas básicas como “¿cuántos de nuestros visitantes son del sexo femenino?”. Esta y muchas otras preguntas serán fácilmente contestadas cuando Google decida cruzar los datos de Analytics con los de Google Plus, con su impresionante información demográfica.
Escena 4
Recibo un mensaje en Gmail donde mencionan mi ropa interior, aparece al costado una publicidad de calzoncillos, porque un robot lee cada uno de mis mensajes, los analiza y me pone publicidad acorde. ¿Cuanto falta para que Facebook publique en nuestros perfiles publicidad de pañales y mamaderas cuando detecte que estamos subiendo fotos de un bebé?.
Lo que hace implacable al proceso de pérdida de privacidad, es que, en buena parte, es voluntario: con cada foto o actualización de estado que subimos a Facebook, con cada tweet que publicamos, estamos resignando voluntariamente nuestra privacidad a cambio de estar más conectados con nuestro prójimo. Lo único que se mantendrá privado será lo que decidamos no poner online, pero, parafraseando el proverbio oriental: si un árbol cae en el medio del bosque y nadie los compartió en Facebook ni en Twitter, ese árbol, ¿ha caido? Citando las terminantes palabras de Mark Zuckerberg: la era de la privacidad ha terminado.
¿Estás listo para una vida sin privacidad? ¡Continua perdiendola publicando tu opinión acá!
Miguel Lederkremer
Director Editorial
Revista USERS
Editorial publicada en USERS 252 – “PELIGRO EN INTERNET”