LUN, 10 / ENE / 2011
Grupos musicales renegocian el uso de sus canciones en la web
Con el auge de Internet y la música en formato digital, lejos quedaron los tiempos en los que los sellos discográficos manejaban a gusto y piacere la música y carreras de sus artistas editados, ya que el cambio de negocio que viene de la mano de la web hace que sean los músicos quienes lleven las de ganar.
Dos de los grupos que confirman este cambio de paradigma son nada más y nada menos que Pink Floyd y The Beatles, que lograron imponer sus condiciones a la multinacional EMI en lo que a la comercialización de sus canciones en iTunes respecta.
En el caso de Pink Floyd, el grupo llevó a juicio a la discográfica, alegando que saboteaba su “integridad artística” al dejar que iTunes vendiera canciones sueltas de sus LPs concebidos como obras totales.
Si bien la banda ganó el juicio, su meta no era prohibir la comercialización de sus canciones sueltas, sino renegociar las condiciones en las cuales cedieron los derechos en el pasado, de cara a un negocio musical en transformación.
Finalmente, Pink Floyd y EMI llegaron a un acuerdo que permitirá al sello explotar en paz su catálogo durante los próximos cinco años, incluyendo la disponibilidad de canciones por separado en la tienda de Apple.
Por otra parte, el pacto que facilitó que The Beatles llegara a iTunes directamente deja fuera de juego a EMI, ya que las ganancias generadas por las ventas digitales del material de la banda de Liverpool se pagan a Apple Corps, la SL que gestiona la herencia de los Beatles, y a Sony/ATV Music Publishing, antigua editorial de Michael Jackson, propietaria de la mayoría de ese repertorio.
Tal como indican en la edición online del diario español El País, se trata de una situación revolucionaria, dado que hasta hoy, siempre fueron las discográficas las que hacían cuentas y repartían los porcentajes de ingresos a los artistas musicales.
Ahora, muchos de los grandes del pop y del rock apuestan por discutir la venta de sus obras por Internet, con el argumento de que los contratos originales se aplicaban al mundo físico de soportes y no cubren los modelos de negocio auspiciados por las nuevas tecnologías.
Con el auge de Internet y la música en formato digital, lejos quedaron los tiempos en los que los sellos discográficos manejaban a gusto y piacere la música y carreras de sus artistas editados, ya que el cambio de negocio que viene de la mano de la web hace que sean los músicos quienes lleven las de ganar.
Dos de los grupos que confirman este cambio de paradigma son nada más y nada menos que Pink Floyd y The Beatles, que lograron imponer sus condiciones a la multinacional EMI en lo que a la comercialización de sus canciones en iTunes respecta.
En el caso de Pink Floyd, el grupo llevó a juicio a la discográfica, alegando que saboteaba su “integridad artística” al dejar que iTunes vendiera canciones sueltas de sus LPs concebidos como obras totales.
Si bien la banda ganó el juicio, su meta no era prohibir la comercialización de sus canciones sueltas, sino renegociar las condiciones en las cuales cedieron los derechos en el pasado, de cara a un negocio musical en transformación.
Finalmente, Pink Floyd y EMI llegaron a un acuerdo que permitirá al sello explotar en paz su catálogo durante los próximos cinco años, incluyendo la disponibilidad de canciones por separado en la tienda de Apple.
Por otra parte, el pacto que facilitó que The Beatles llegara a iTunes directamente deja fuera de juego a EMI, ya que las ganancias generadas por las ventas digitales del material de la banda de Liverpool se pagan a Apple Corps, la SL que gestiona la herencia de los Beatles, y a Sony/ATV Music Publishing, antigua editorial de Michael Jackson, propietaria de la mayoría de ese repertorio.
Tal como indican en la edición online del diario español El País, se trata de una situación revolucionaria, dado que hasta hoy, siempre fueron las discográficas las que hacían cuentas y repartían los porcentajes de ingresos a los artistas musicales.
Ahora, muchos de los grandes del pop y del rock apuestan por discutir la venta de sus obras por Internet, con el argumento de que los contratos originales se aplicaban al mundo físico de soportes y no cubren los modelos de negocio auspiciados por las nuevas tecnologías.