El módulo de exploración del Apolo 17 llegó a la Luna en 1972. Recientemente un grupo de investigadores del Instituto Tecnológico de California y la NASA han descubierto que sus restos son responsables de algunos de los pequeños temblores que atraviesan la superficie de nuestro satélite.
Lo primero que hay que aclarar es que estos temblores son realmente pequeños. La Luna tiene un mínimo de actividad geológica debido a los movimientos que se producen por la contracción y expansión del suelo a raíz de los cambios de temperatura. El día lunar (30 días terrestres) tiene temperaturas que van de los 250° a los -208°.
Al parecer, los restos de la base del Apolo 17 han estado contribuyendo a esta dinámica todos los días desde el momento en que el Sol los alcanza y durante unas 5 a 7 horas. El proceso se repite una vez que se retira y la estructura pasa de un periodo de expansión a uno de contracción. Las emisiones se han producido con extrema regularidad en periodos de 5 a 6 minutos.
Viejos sensores, nuevos algoritmos
Curiosamente, los sistemas empleados para la medición de la actividad sísmica fueron instalados por los astronautas de la misión Apollo 17. Sin embargo, solo recientemente se desarrollaron los algoritmos que permitieron medir los tiempos y la fuerza de cada señal y localizar el origen de los movimientos.
Una interesante combinación de software y hardware de muy diferentes épocas.
Estos sismos ínfimos son de poca consecuencia, resultan imperceptibles para el ser humano. Pero el estudio de los mismos podría ser importante para quienes construyan las estructuras de una futura base lunar. Deberán tener en cuenta estos ciclos de expansión y retracción de los materiales.