MAR, 18 / ENE / 2011
PS3 y su eterna polémica ¿hackearla es libertad para los usuarios?
Un grupo de cerebros nortemericanos consiguió vulnerar por completo la seguridad de la consola de Sony y con ello democratizó técnicamente al equipo para reproducir e instalar cualquier tipo de contenido y no solamente el obligatorio de fábrica: la empresa llevó adelante una demanda judicial cuya definición deberá tener en cuenta delicadas cuestiones relativas a las libertades de los usuarios. En esta nota, algunas reflexiones sobre el asunto.
Cuando failOverflow consiguió vulnerar la seguridad de la PlayStation 3 de Sony sin necesidad de usar ningún dispositivo externo jamás lo hizo por cuestiones comerciales o piratas. Para culparlos de ello deberían existir pruebas concretas, como por ejemplo que estuvieron vendiendo online los códigos de acceso o distribuyendo consola hackeadas, o algo por el estilo que pudiera dejarles algún rédito económico que pruebe su felonía. Y nada de eso es lo que tienen, sus desarrollos son puramente independientes y responden a una manera de ver el mundo distinta alineada a filosofías pro libertad de acción.
“Nunca publicamos ningún código. No hicimos público ningún código de Sony o códigos derivados de Sony”, se defendieron en la corte los acusados. “Tampoco aprobamos, apoyamos o motivamos la piratería en videojuegos. Nuestro objetivo exclusivo era, y siempre fue, lograr que regresara la opción de instalar otro sistema operativo”, explicaban técnicamente, como respondiendo a un llamado divino de los viejos valores éticos del hacker, ante las furibundas acusaciones de la multinacional que pedía una orden de restricción de actividad para los miembros de failOverflow que impida y prevenga cualquier acción relacionada a la alteración de programas informáticos. Y todos sabemos que para un hacker esto es lo mismo que quitarle la vida. O cortarle los dedos.
Aún nadie sabe si la denuncia y el pedido de Sony va a prosperar, por ello sería conveniente detenerse a pensar un segundo en la cuestión para comprender la importancia de esta situación. Quienes vulneraron los códigos del hardware eran dueños del propio hardware que vulneraron, por lo que en principio la acción, planteada desde ese lugar, no tendría lugar para una discusión. En el momento en que el usuario pagó de su billetera la módica suma según el país donde se encuentre y a pesar de lo que pueda llegar a decir la letra chica de “advertencias” en el manual de usuario, la PS3 es su propiedad y por lo tanto puede hacer lo que quiera, incluso sumergirla en una bañadera si así lo desea o utilizarla para aplanar las milanesas de la abuela.
Del otro lado, del lado de la divulgación del código para que el resto de los usuarios también pueda democratizar la consola, la cuestión es más complicada. Si lo comparamos con la misma acción que desarrollar un SO libre al estilo de Linux y divulgar su código desde cero para su perfeccionamiento, estamos en caminos diametralmente opuestos, porque este vulnerar el código es burlar las trampas de seguridad establecidas por el fabricante, que hace su negocio gracias a ello y en este caso, sí lo están perjudicando con la divulgación, porque cientos de particulares podrán comprar miles de consoladas, hackearlas y revenderlas en el mercado liberadas a mayor precio. Ese por poner un sólo ejemplo que podría afectar negativamente a los negocios de esta empresa. Y aquí está el meollo del asunto, los hackers, quieran o no, se están metiendo en los negocios de la compañía, y eso, para cualquier multinacional, es inaceptable y tiene todas las armas de la justicia para triunfar, muy al pesar de muchos.
Hay que entender además otra cosa. Imaginemos que nos trae un amigo desde España la última versión de la PS3: nosotros ya la pagamos, es nuestra, podemos hacer con ella lo que se nos antoje. En el caso de que exista el código almacenado en Internet, vamos hacia él, lo descargamos y trabajamos sobre la consola hasta que la dejamos completamente hackeada para meterle lo que sea. Por un lado, estamos trabajando sobre algo que es nuestro, por lo tanto no estaríamos complicando a nadie. Pero por el otro lado, al democratizar la consola para reproducir de todo estamos afectando a otro de los negocios de Sony detrás de la consola que es cerrar acuerdos con los principales desarrolladores de videojuegos para que concentren todos sus esfuerzos en la plataforma y con eso, desarrollen increíbles éxitos de venta mundiales. Todos sabemos que el hardware no es absolutamente todo en la industria del entretenimiento, sí es una gran cuota, pero la mayor parte de la torta está en los títulos.
Sea lo que sea que hagamos fuera de jugar a la PS3 tal como nos llega desde su cajita y sin hacer más cosas que las preferidas por Sony, y por cualquier otro fabricante, nos da la posibilidad de acceder a soporte, garantías, actualizaciones, demos y a una gran cantidad de servicios útiles que perdemos inmediatamente al momento de alterar su sistema operativo. De lo contrario, no temen en caer con todo el peso que la ley les otorga a las empresas gigantes. ¿Cómo seguirá el asunto? Eso es misterioso, hay muchos más temas también por debatir al respecto. El pendrive que permitía hackear la PS3 fue legalizado en España hace un mes, y quizás este fallo pueda servir de algo y dejar que los usuarios hagan lo que quieran con sus hard mientras no se metan en los negocios ajenos.
La realidad es que el enfrentamiento entre Sony y failOverflow es otro de los tantos episodios de una historia combativa que liberan en diversos ámbitos del universo informático el mandato desde fábrica contra las libertades del usuario.
Por Leandro Piñeiro
Un grupo de cerebros nortemericanos consiguió vulnerar por completo la seguridad de la consola de Sony y con ello democratizó técnicamente al equipo para reproducir e instalar cualquier tipo de contenido y no solamente el obligatorio de fábrica: la empresa llevó adelante una demanda judicial cuya definición deberá tener en cuenta delicadas cuestiones relativas a las libertades de los usuarios. En esta nota, algunas reflexiones sobre el asunto.
Cuando failOverflow consiguió vulnerar la seguridad de la PlayStation 3 de Sony sin necesidad de usar ningún dispositivo externo jamás lo hizo por cuestiones comerciales o piratas. Para culparlos de ello deberían existir pruebas concretas, como por ejemplo que estuvieron vendiendo online los códigos de acceso o distribuyendo consola hackeadas, o algo por el estilo que pudiera dejarles algún rédito económico que pruebe su felonía. Y nada de eso es lo que tienen, sus desarrollos son puramente independientes y responden a una manera de ver el mundo distinta alineada a filosofías pro libertad de acción.
“Nunca publicamos ningún código. No hicimos público ningún código de Sony o códigos derivados de Sony”, se defendieron en la corte los acusados. “Tampoco aprobamos, apoyamos o motivamos la piratería en videojuegos. Nuestro objetivo exclusivo era, y siempre fue, lograr que regresara la opción de instalar otro sistema operativo”, explicaban técnicamente, como respondiendo a un llamado divino de los viejos valores éticos del hacker, ante las furibundas acusaciones de la multinacional que pedía una orden de restricción de actividad para los miembros de failOverflow que impida y prevenga cualquier acción relacionada a la alteración de programas informáticos. Y todos sabemos que para un hacker esto es lo mismo que quitarle la vida. O cortarle los dedos.
Aún nadie sabe si la denuncia y el pedido de Sony va a prosperar, por ello sería conveniente detenerse a pensar un segundo en la cuestión para comprender la importancia de esta situación. Quienes vulneraron los códigos del hardware eran dueños del propio hardware que vulneraron, por lo que en principio la acción, planteada desde ese lugar, no tendría lugar para una discusión. En el momento en que el usuario pagó de su billetera la módica suma según el país donde se encuentre y a pesar de lo que pueda llegar a decir la letra chica de “advertencias” en el manual de usuario, la PS3 es su propiedad y por lo tanto puede hacer lo que quiera, incluso sumergirla en una bañadera si así lo desea o utilizarla para aplanar las milanesas de la abuela.
Del otro lado, del lado de la divulgación del código para que el resto de los usuarios también pueda democratizar la consola, la cuestión es más complicada. Si lo comparamos con la misma acción que desarrollar un SO libre al estilo de Linux y divulgar su código desde cero para su perfeccionamiento, estamos en caminos diametralmente opuestos, porque este vulnerar el código es burlar las trampas de seguridad establecidas por el fabricante, que hace su negocio gracias a ello y en este caso, sí lo están perjudicando con la divulgación, porque cientos de particulares podrán comprar miles de consoladas, hackearlas y revenderlas en el mercado liberadas a mayor precio. Ese por poner un sólo ejemplo que podría afectar negativamente a los negocios de esta empresa. Y aquí está el meollo del asunto, los hackers, quieran o no, se están metiendo en los negocios de la compañía, y eso, para cualquier multinacional, es inaceptable y tiene todas las armas de la justicia para triunfar, muy al pesar de muchos.
Hay que entender además otra cosa. Imaginemos que nos trae un amigo desde España la última versión de la PS3: nosotros ya la pagamos, es nuestra, podemos hacer con ella lo que se nos antoje. En el caso de que exista el código almacenado en Internet, vamos hacia él, lo descargamos y trabajamos sobre la consola hasta que la dejamos completamente hackeada para meterle lo que sea. Por un lado, estamos trabajando sobre algo que es nuestro, por lo tanto no estaríamos complicando a nadie. Pero por el otro lado, al democratizar la consola para reproducir de todo estamos afectando a otro de los negocios de Sony detrás de la consola que es cerrar acuerdos con los principales desarrolladores de videojuegos para que concentren todos sus esfuerzos en la plataforma y con eso, desarrollen increíbles éxitos de venta mundiales. Todos sabemos que el hardware no es absolutamente todo en la industria del entretenimiento, sí es una gran cuota, pero la mayor parte de la torta está en los títulos.
Sea lo que sea que hagamos fuera de jugar a la PS3 tal como nos llega desde su cajita y sin hacer más cosas que las preferidas por Sony, y por cualquier otro fabricante, nos da la posibilidad de acceder a soporte, garantías, actualizaciones, demos y a una gran cantidad de servicios útiles que perdemos inmediatamente al momento de alterar su sistema operativo. De lo contrario, no temen en caer con todo el peso que la ley les otorga a las empresas gigantes. ¿Cómo seguirá el asunto? Eso es misterioso, hay muchos más temas también por debatir al respecto. El pendrive que permitía hackear la PS3 fue legalizado en España hace un mes, y quizás este fallo pueda servir de algo y dejar que los usuarios hagan lo que quieran con sus hard mientras no se metan en los negocios ajenos.
La realidad es que el enfrentamiento entre Sony y failOverflow es otro de los tantos episodios de una historia combativa que liberan en diversos ámbitos del universo informático el mandato desde fábrica contra las libertades del usuario.
Por Leandro Piñeiro