LA GUERRA DE LOS CHIPS

JUE, 13 / JUN / 2024

En el mundo actual, donde la tecnología impulsa la economía global y redefine las relaciones internacionales, la producción de microchips se ha convertido en un campo de batalla crucial. En el epicentro de esta contienda, se encuentran dos gigantes: China y Estados Unidos.

En un escenario marcado por tensiones geopolíticas y rivalidades comerciales, la competencia por el dominio en la fabricación de chips no solo tiene implicaciones económicas, sino también estratégicas y de seguridad nacional.

En este Informe USERS, se explora el complejo entramado de intereses y desafíos que caracterizan la guerra en la producción de chips, examinando cómo estas potencias mundiales luchan por la supremacía en un sector fundamental para la innovación tecnológica y el desarrollo industrial.

Autor: Matías Guala

Microchips

Desde hace décadas, los microchips han sido la piedra angular de la revolución digital, impulsando avances significativos en computación, comunicaciones, electrónica de consumo y una amplia gama de industrias.

En un mundo cada vez más interconectado y dependiente de la tecnología, el control sobre la producción de estos componentes se ha convertido en un factor crítico para la competitividad económica y la seguridad nacional.

En este contexto, China y Estados Unidos se han lanzado a una frenética carrera por dominar el mercado de los microchips, desencadenando una guerra que trasciende lo meramente comercial para adentrarse en el terreno de la geopolítica y la influencia global.

Los conflictos entre ambas potencias se remontan a tiempos lejanos y no parecen tener un alto en un mediano plazo.

 Los dos contrincantes

En el complejo escenario de la guerra por la producción de microchips, China emerge como un competidor formidable y decidido a alcanzar la autonomía tecnológica en este campo estratégico.

Con una ambiciosa iniciativa conocida como “Made in China 2025”, el país asiático ha delineado planes agresivos para convertirse en líder mundial en tecnologías de vanguardia, incluida la fabricación de semiconductores.

La guerra de estas dos naciones por el dominio en el campo de creación de microchips posee muchas más facetas que la meramente económica.

Respaldado por inversiones masivas del Estado y el apoyo de empresas tecnológicas nacionales como Huawei y Semiconductor Manufacturing International Corporation (SMIC), China busca reducir su dependencia de importaciones extranjeras y establecerse como una potencia en la cadena de suministro de chips.

La experiencia y productividad del gobierno norteamericano en la fabricación de estos componentes son dos piezas fundamentales en el conflicto.

Por otro lado, Estados Unidos, históricamente dominante en la industria de semiconductores, enfrenta el desafío de mantener su posición frente al ascenso de China.

Con la creciente conciencia de las vulnerabilidades en su cadena de suministro, especialmente después de la escasez de chips exacerbada por la pandemia de COVID-19, Estados Unidos ha intensificado sus esfuerzos para fortalecer su capacidad de fabricación nacional.

La administración actual ha propuesto inversiones significativas en infraestructura tecnológica y subsidios para la construcción de nuevas plantas de semiconductores, en un intento por revitalizar la industria y mantener la ventaja competitiva del país en este ámbito crucial.

“Made in China 2025”, un ambicioso proyecto que ya no suena tan lejano.

Sin embargo, la rivalidad entre China y Estados Unidos en la producción de microchips va más allá de los aspectos económicos y técnicos. Se ha convertido en un tema central en la batalla por la supremacía geopolítica y la seguridad nacional. Las tensiones entre ambas potencias han llevado a medidas de control de exportaciones más estrictas y restricciones comerciales que han exacerbado las fricciones y aumentado el riesgo de una guerra tecnológica a gran escala.

Además, la dependencia de cadenas de suministro globales vulnerables ha llevado a un replanteamiento de las políticas de seguridad nacional, con un enfoque renovado en la protección de tecnologías críticas y la reducción de la dependencia de adversarios potenciales. En este contexto, la rivalidad entre China y Estados Unidos en la producción de microchips se perfila como un aspecto fundamental de la competencia geopolítica del siglo XXI.

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