Ah, qué épocas aquellas en que los drivers venían en disquetes y eran una joya que teníamos que proteger como la vida misma. ¡Cuántas veces pusimos el grito en el cielo porque nos faltaba el segundo volumen de instalación y, sin ello, nuestro bello dispositivo quedaba sin uso! Nuestra PC no tenía ni idea sobre qué era ese nuevo extraño componente que irrumpía en nuestro sistema.
Hoy vivimos otra época y tenemos algunas facilidades, aunque esto trae aparejado, también, que una ventana abierta nos pueda llevar al desorden: Windows nos permite enchufar un dispositivo y empezar a usarlo, con el plug and play (o plug and pray, porque a veces hay que rezar para que ande bien) o con drivers incluidos en el sistema operativo.
En esta nota nos dedicaremos a eso último, con el foco en las preguntas: ¿necesitamos los drivers que vienen con nuestro periférico? ¿Son los mismos que Windows detecta e instala? Investiguemos y saquemos conclusiones.
En épocas antiguas, era común tener una pila de disquetes que contenían todos los drivers que nuestro sistema necesitaba.
Drivers
Primero, lo fundamental: ¿qué son los drivers? Básicamente, los drivers o controladores son una capa de software que le brinda al sistema operativo la información relacionada con una pieza de hardware. Es como si fuera una carta de presentación que le indicara: “esto que está conectado en el puerto USB número 2 es una cámara de fotos que va a transferir imágenes”. Normalmente, ante el estímulo en un puerto, el sistema operativo reacciona avisando al usuario de que hay algo nuevo, y que necesita información (¡drivers!) para poder utilizarlo correctamente.
Por todo esto es que muchas veces existen controladores distintos para cada sistema operativo. Windows XP no es lo mismo que Windows 10, ni que Linux u OS X. Cada sistema tiene su propia forma de hacer las cosas. También, es la razón por la que muchas veces hay hardware que no funciona en ciertos sistemas operativos: no hay más soporte o existen módulos que ya no están disponibles, y convierten nuestra bella y añeja placa de video en una pieza de museo.
Instalando un dispositivo
¿Cómo trabaja Windows con los drivers? Pues bien, cada versión del sistema operativo de Microsoft tiene su conjunto de controladores genéricos incluidos. Con genérico nos referimos a que son independientes de la marca y el modelo. El ejemplo más básico es el de un pendrive. Cuando insertamos un dispositivo de almacenamiento USB, Windows automáticamente se da cuenta de qué tipo de hardware es y le asigna un controlador apropiado. No sé si recuerdan o vivieron aquellas épocas, pero en ediciones antiguas de Windows (como Millenium o 98), muchas veces debíamos instalar el driver de nuestros reproductores MP3 porque, en caso contrario, Windows no tenía idea de qué era ese nuevo dispositivo conectado. Afortunadamente, con la evolución de tiempo, hay cosas que se resolvieron de manera automática.
Aquí tenemos la primera conclusión para tener en cuenta: siempre es útil tener un sistema operativo reciente porque, a medida que pasa el tiempo, la cantidad de drivers incluidos es mayor, lo que nos causará menos dolores de cabeza.
Más allá de los genéricos, existe otra categoría de controladores que también vienen facilitados por Microsoft. Son desarrollados por los fabricantes e incorporados a la base de datos que tiene la gente de Redmond en su Windows Update. El proceso es el siguiente: los fabricantes que desean distribuir sus drivers por este medio, brindando la comodidad a sus clientes, envían sus controladores a un equipo llamado Microsoft WHQL (Laboratorio de Alta Calidad de Windows, en inglés), que se encarga de evaluar la estabilidad de dicho software en conjunción con el sistema. Si pasa la revisión, se añade al listado de controladores automáticos. Estos casos suelen ser los de los dispositivos que, cuando vamos a comprar, aparecen como Windows 10 Ready o Windows 10 Compatible.
Normalmente, un hardware bien adaptado y con drivers aprobados posee este sello en su caja.